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Nostalgia Sutil



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Los últimos dos días en Puerto fueron bastante movidos, emocionalmente hablando. Varios factores hicieron parte de ese coctel emocional, en parte porque conscientemente estoy abriendo mi canal y moviendo energía dentro de mi, en parte porque tengo una sensación en el pecho que me visita de vez en cuando, en parte porque la nostalgia y la melancolía son emociones con las que me identifico y las asocio con cambios, despedidas, movimiento.


Estas dos emociones, tan presentes y tan reales para mi, las canalizo a través de la escritura que es en donde, honestamente, me doy el permiso de sentirlas y expresarlas. He aprendido a no resistirme a ellas y cuando tocan la puerta, les doy la bienvenida. He concluido que hacen parte de mi esencia y me gusta que lo hagan. Descubro en ellas lugares profundos de conexión y presencia.


El último día fue un baile de emociones. Esa ilusión de verme en Puerto Escondido, viajando otra vez a ese lugar que me dio tanto hace un año, compartirlo con mis mejores amigas, celebrar el amor de dos de ellas, verme creando el negocio de mi alma, mujeres increíbles confiando en mi canal, reafirmando mi forma de ser. Teniendo conexiones únicas y conversaciones reales. Estando cómoda en mi cuerpo; cada vez más fuerte y resiliente, nutrido, amado. Con la piel dorada como tanto me gusta, mis ojos soñadores llenos de agua y mis cachetes que se ponen rojos y me hacen ver 10 años menor. Lo que estoy viviendo en este momento de mi vida, lo que me emociona mi futuro; tanto por hacer y tanto camino recorrido, lo que me inspira y lo que siento por dentro: un mar de emociones.

Mi intención con este viaje fue de incubación. Quería tiempo, espacio, silencio para digerir, procesar todo lo que ha estado pasando en mi en los últimos meses. He estado en un proceso de entender muy bien cómo es mi estilo de trabajo y mi ritmo de energía, cuándo soy más productiva y en qué momento me siento más conectada. Me he estado enfrentando a las decisiones que tomé para llevar la vida como ahora la llevo, y eso también requiere su tiempo de adaptación.


En busca de esa incubación, me traje mi diario de hace un año con la idea de re-leerlo y recordar lo que pensaba, lo que sentía y lo que estaba pasando en ese entonces. Fueron pocas las veces que lo re leí, tengo algo de resistencia en hacerlo, recordar a veces se siente como vivir dos veces, y parece mentira pero es como si aún siguiera vivo en mi lo que viví en ese viaje de 3 meses y no estoy lista para volver a vivirlo tan a detalle con el diario. Como me gusta decir: sigo integrando.


Ese último día, arropada por esa nostalgia sutil me fui a esperar el atardecer en la playa con mi diario. Decidí ir sola para regalarme un espacio de despedida conmigo misma, despedirme del mar, del sol, de mis días ahí, recordar y agradecerle a la vida esos días.

Leí lo que escribí el 11 de abril. Ese mismo 11 de abril hace 1 año. Curiosamente, ese día también estaba en ese plan retorno. Curiosamente, también habitaba en mi la nostalgia y la melancolía. Curiosamente, mi vida también era un viaje. De ahí pasaron muchas cosas, muchísimas cosas, de es esas cosas que digo que sigo procesando e integrando y que me prometí algún día escribir. No es nada extraordinario, más allá de la ordinaria cotidianidad que se transforma y cambia en instantes, que solo tiene sentido cuando se mira hacía atrás y que por más sentido de seguridad que creamos que existe, la única manera de conocer el camino es caminando.


Leí esa entrada de mi diario y las 4 siguiente. Se evidencia aquí el viaje del regreso, el viaje hacia adentro. Un constante ir y venir, haciendo las paces con lo que cambia y se transforma, con lo que somos y lo que deja de ser. El papel ha sido mi contenedor y la tinta mi fuga de escape. Una vez más evidenciando que la vida es de ciclos; todo repite, todo vuelve a casa.


Abril 11, 2022

Ayer escribí pero no aquí. Hoy no sé que me pasa. Estoy como de paso entonces no encuentro rutina. La verdad ya quiero llegar a casa. Abrazar a los míos y sentirlos cerca. Estoy cerca del gran brinco de mi vida, ya me lancé y esta incertidumbre que siento son las alas, las alas creciendo, las alas saliendo. Que bonito que se siente vivir. Con una taza de café y un lago de frente. Cartagena, en Cartagena tengo el mar de frente. Quizá haga aquí una rutina de ejercicio, mi cuerpo me la pide. Y mañana, el volcán Acatenango, ¡qué emoción! Final perfecto para esta historia de amor.

Recuerdo como si hubiera sido ayer ese regreso a casa. Fue traumático. Mi abuelo muy enfermo, mi familia destrozada, mi mamá que siempre ha sido ese referente de alegría, de fortaleza, de completitud se sentía frágil y lejana, vulnerable y dolida. Y estar lejos, me pesaba.


Había estado desconectada de todo durante 12 días en una montaña en el Lago Atitlán (Guatemala). No sabía nada de lo que estaba pasando. Regresaba a Colombia el 23 de abril y después de haber hablado con mi mamá y haberme enterado de lo que estaba pasando, cambié mi vuelo. Estaba todo congestionado por Semana Santa y lo más pronto que encontré fue una ruta con escala el 14 de abril. Ya llegaría a casa. Quería llegar lo antes posible. Esa noche dormí orillas del Lago en un hostal, no la pasé nada bien. Por supuesto, no subí al volcán.


Se me aguaron los ojos. Seguí leyendo, 12 de abril.


Abril 12, 2022 

Estoy lista para regresar a casa. Empiezo un nuevo ciclo, comienzos de historias y anécdotas nutritivas, esperanzadoras y alentadoras para seguir creando la vida de mis sueños. Seguir creando mi camino y seguir hacia adelante. Llego siendo otra persona y no puedo empezar a explicar lo que fueron estos 3 meses para mi. De retos y primeras veces, de crecimiento. Hoy me reconozco por el camino recorrido. Mi cuerpo no me falló un solo día. Dormí en donde me tocaba dormir. Conviví con quien me tocara convivir. 3 meses de locura y bueno, ¿quién es la Isabella que vuelve a casa?


Me di cuenta que soy una mujer de cambio, de movimiento, de actividad. Que nervios regresar. Lo que me congela son las expectativas de mi misma, fallarle a esa persona que quiero ser. Pero bueno, paciencia. No hay otra. El mundo es gigante, calma. No hay que hacerlo todo. Voy a respirar. Gracias vida por un día más. Te pido hoy energía y luz para mi familia, para mi abuela, mi abuelo, mi mamá y mis tíos. Familia unida, jamás será vencida. Y en mi caso, es de lo mejor que tengo. Ángel de la guarda, cúbrelos en tu manto. Abarázalos en luz. Ya yo pronto los abrazo en persona. Gracias por el canto de los pájaros y gracias por esta nueva vida que tengo por delante. Qué bonita la vida cuando se vive despierto.


Regresé del lago y recuerdo al llegar a la Antigua (ciudad colonial) no había mucho disponible, todo estaba lleno por Semana Santa. Encontré y reserve una cama en un hostal. Quedaba un espacio en un cuarto de 24 camas. Camarotes de 3 pisos de altura y mi cama era en el tercer piso. Me le eché a llorar a la mujer de la recepción, le dije que por favor me diera una abajo, no tenía energía de ese lugar arriba, se veía lejísimos, no me sentía capaz.

Quería llegar a mi casa. Había culminado ese gran viaje. Estaba feliz, realizada, orgullosa y también, al tiempo, una parte de mi habitaba en el desazón. Regresé a Ciudad de Guatemala y me re encontré con un amor del viaje, me socorró, me cuidó, estuvo conmigo y fue para mi, un resguardo mientras llegaba ese momento en el que cogí el avión.


Me recogí como pude. En cucharita durmiendo al aire libre, luego en un cubículo, luego en una habitación blanca de hotel, rezándole al universo, a mi ángel de la guarda que me diera la fuerza para regresar. Que me ayudara a mantener esa ilusión de los 3 meses viajando y la fortaleza de llegar a casa a ver a mi familia, a despedirme de mi abuelo. Cuando me bajé del lago logré hablar con mi abuelo por video llamada, fue la última vez que le escuché la voz, la última vez en la que cruzamos miradas. Llegué y ya no estaba, estaba su cuerpo pero no él, estaban sus ojos pero no su mirada. Intenté sentir su energía y no lo logré. Era evidente: somos cuerpo y alma.


Abril 18, 2022 

Vida, te escribo frente al mar. Ya de regreso a casa. Ya en familia. Ahora sin mi abuelo. Murió, llegué el 14 y se fue el 16. Alcancé a estar con él el 15 y el 16, 2 días casi completos. Gracias por eso. Se siente diferente esto de la muerte. Ver lo que somos: alma y cuerpo. Energía y materia, Es indudable esas polaridades. Es primera vez que veo un cádaver, uno sin alma. Solo cuerpo y es de idiotas la verdad, negar esa realidad. Hay cuerpo y hay consciencia. Mi abuelo era un cuerpo con consciencia y ahora es solo un cuerpo, ¿dónde está su consciencia? ¿A eso llamamos alma? Cómo más funciona la vida sino es hacia adelante. Hay cosas que no están hechas para entender, pienso que la muerte es una de ellas. De verdad que no sabemos y nunca vamos a saber. Abuelo, descansa en paz. Cuídanos. Guianos, llénanos de tu sabiduría y forma de ver la vida. Sé tú por siempre el pilar de esta familia. Me siento agradecida por estar de regreso, de poder disfrutar, amar y valorar la familia que tengo. Esta es mi vida y sí que la que voy a vivir. La quiero vivir. Esta s la vida que me corresponde vivir y haré que sea una que valga la pena. Que bonita es la vida frente al mar. Aquí quiero vivir. AsÍ quiero vivir. En el agua, en la tierra, en la arena. Activando los elementos, en contacto con la naturaleza. Así me prometo vivir, universo, muestrame la casita frente al mar donde brillan todas las estrellas. Gracias una vez más, por mi regreso a casa. Con amor, Isabella.


Hoy hace un año estaba la familia reunida al rededor de una cama de hospital. Despidiendo a mi abuelo y acompañándolo a irse. Alentando a mi abuela y acompañándola a dejarlo ir. Mañana conmemoraremos la vida de mi abuelo y su muerte hace un año. Hoy, nuevamente reunidos en Cartagena, celebraremos el matrimonio civil de mi prima a quien él llamaba Candelaria. Candelaria, candelero o candela que se refiere a la luz. Luz sagrada que guía hacia el buen camino. La vida cambia y su única constante: el viaje de retorno.



 
 
 

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