No siempre escribí
- Isabella Sanabria
- 31 may. 2022
- 7 Min. de lectura

Escribir me sirve para darme cuenta de lo que conscientemente no veo. Me sirve para vaciar mi mente y concentrarme en lo que realmente está pasando; pues inevitablemente, al escribir, solo puedes escribir una cosa al tiempo, a diferencia de los pensamientos que pueden convivir, sin rollo alguno, todos a la vez.
Indiscutiblemente escribir también es una terapia; te trae a un solo momento y te enfrenta a un lienzo en blanco que si bien puedes tener una idea de por donde va a comenzar, pocas son las veces que sabes del todo como termina.
Nunca he sido una mujer de agendas y calendarios y en donde muchos ven orden y estructura yo veo rigidez y monotonía por lo que me cuesta mucho mantenerme fiel a ese sistema. Con la escritura es diferente, se presta para tachar, borrar, cambiar, borrar de nuevo y seguir escribiendo y es en esa flexibilidad y libertad en la que yo encuentro sincronía.
Uno nunca termina de escribir porque siempre habrá una siguiente frase, una palabra o una historia nueva por contar y en esa continuidad y falta de estructura aparente (y digo aparente porque por supuesto que la hay pero no siempre la vemos) he encontrado un vehículo para hacer catarsis y darle orden a mis ideas y que de una forma u otra, ha sido para mi un contenedor ante las revoluciones de mi mundo interno.
Tanto me gusta la escritura que incluso hay momentos en los que le genero resistencia. Enfrentarme a la hoja en blanco cuando estoy feliz y contenta es una dicha, pero los días en los que estoy revuelta y con bastante por dentro son los que más me cuesta. Me cuesta saber lo que voy a escribir, me cuesta sentir lo que está por dentro y me cuesta abrir esa caja de pandora en momentos en lo que lo único que quiero es enllavarla y dejarla en el olvido.
Y el tema es que, nos guste o no, toca abrirla.
Toca enfrentarse a eso que nos da miedo, a ese bloqueo, a ese tapón porque de lo contrario, y como bien he aprendido, lo que resiste, persiste. Nuestro infinito potencial existe al otro lado de la resistencia y es nuestro deber dar ese salto para descubrir lo que hay ahí.
La escritura ha sido ese puente para mi. No siempre escribí pero desde que inicié un diario en marzo del 2021 las cartas no han dejado de venir. Ya son 5 cuadernos los que he llenados de escritos casi que diarios en los que uso de pretexto cartas que le escribo a la vida para narrar de forma elocuente y algo creativa mi diario vivir.
Escribo sobre literalmente cualquier cosa que se me ocurra, a veces con tonos poéticos y otras en tonos más secos y robustos; hay cartas de más de 4 páginas y otras que se completan de una simple frase o pequeño párrafo.
Puedo durar horas releyendo los diarios y sí que me divierto. Me asombra los textos que a veces me salen, muchos riman y otros no tienen ni sentido; incluso, hay letras que ni entiendo y dependiendo del ánimo y del día, la caligrafía es totalmente distinta. Estos diarios son una joya, desde cartas de amor y desamor, hasta historias fantásticas que solo pasan dentro de mi cabeza hacen que esta practica diaria se vuelva en un ejercicio de creación divina.
Para mi ha sido un vehículo total y absoluto de autoconocimiento. Enfrentarme a ese primer momento y descifrar en qué tono plasmo mis sentimientos, en qué estoy pensando, qué está en mi mente me da pistas poderosas de lo que realmente está pasando por dentro y de cosas que quizá, aún no me he dado cuenta.
Hoy decidí compartir en vivo por instagram una carta que escribí exactamente hace un año (click aquí para verlo) y lo que me parece fascinante es que si no fuera porque no estoy en San Bernardo del Viento si no en Barranquilla, esa carta pudiera, sin ningún problema, tener la fecha de hoy.
Básicamente se resume en cosas que me han caracterizado los últimos años: mi mente inquieta no con 10 si no con 100 planes e ideas (al tiempo), mi cuerpo un sube y baja de emociones, mi cuestionadera de cómo y dónde voy a hacer las cosas y mi gratitud por cosas banales y trascendentales, desde un carro hasta os maestros del amor.
Me doy cuenta con esta carta que todo pasa pero nada cambia y a su vez, todo cambia pero nada pasa. Reconozco en este escrito, lo cíclica que es la vida. Que si bien en movimiento, también en repetición y todo de una forma u otra se repite, las lecciones, los obstáculos, los patrones, los miedos, las aventuras y pues al fin y al cabo, así supongo que funciona la vida: lección tras lección hasta que aprendas de ellas y una vez aprendas de ella, una parecida pero con material más profundo.
Todo se repite pero nunca desde el mismo lugar. Mi esencia de hace 1 año, representada en ese escrito, en gran parte es la misma que hoy pero mi forma de afrontarla y vivirla es completamente diferente y es en esa diferencia que tenemos que reconocer nuestro verdadero potencial. Los días son los mismos, pero nunca son iguales; el café que te tomas todas las mañanas es el mismo, pero la experiencia nunca es igual y es nuestro deber reconocer el asombro en lo cotidiano para así enamorarnos y reenamorarnos de nuestras vidas porque la vida no cambia, lo único que cambia es tu forma de vivirla.
"¿Qué hiciste hoy?"
"Nada."
¡¿Nada?! ; ¡Por Dios! Eliminemos esa simpleza y apatía de nuestra vidas. Adornemos nuestra vida, mirémosla con ojos de grandeza porque ya con solo serlo lo es.
Depende de nosotros enamorarnos de lo cotidiano, disfrutar lo que ya tenemos, ver el cielo azul cielo y no gris, reconocer y darnos crédito por todo lo que hemos logrado y soñar y visualizar todo lo que queremos lograr. Con tantas posibilidades, con tanto pasando al tiempo, se nos olvida lo que pasa en el momento; ¿cuántos aquí recuerdan de qué color es el plato en el que desayunaron esta mañana? o ¿cuántos recuerdan el momento exacto en el que se pudieron los zapatos hoy? Se nos olvida lo cotidiano, lo pequeño, lo mundano y por querer más y más y más pasamos por alto lo mucho que ya hay.
¿Cómo sería de distinta nuestra vida si nos enfocáramos en ver lo que hay y no en lo que falta?, ¿Cómo sería la vida si la adornamos y la decoramos?
Me tomé un café.
Me tomé un café delicioso,
me tomé un café y me lo serví en la taza que traje de Guatemala,
me tomé un café pensando en todo lo que tenía que hacer,
me tomé un café sentada en el sofá mirando por la ventana,
me tomé un café, me quemé la lengua y todavía lo recuerdo.
me tomé un café con mucho café y me acabé el café.
Y si hoy no vemos la vida así, si hoy nos cuesta ver más allá, si hoy nos sentimos en un hueco en donde nada pasa, si hoy vemos todo gris y nublado, ¡salgamos de ahí con la escritura!
Cuando escribimos materializamos ideas; se vuelve un puente y un canal entre lo que piensas y sientes y lo que dices y haces y esa es la magia de la escritura: abre y expande un canal de creatividad y comunicación que ya existe dentro de ti.
Escribamos más, comuniquemos más, hablemos más, preguntemos más, ¡expresemos más! La vida más bonita compartida y no es justo con nosotros ni con nadie a nuestro alrededor, que nos quedemos todo por dentro y no digo salir a gritar todo lo que pasa a los cuatro vientos, no; es simplemente sacar lo que ya ocupa espacio dentro de ti para abrirle paso a lo nuevo y eso lo podemos lograr escribiendo.
Los invito a descubrir este mundo que quizá les guste. Empieza pequeño y empieza fácil. No esperes a tener el cuaderno perfecto, el lapicero perfecto, el momento perfecto, coge papel y lápiz y empieza ya; termina de leer este blog y escribe 3 cosas que te pasaron hoy que te gustaron, descríbelas y así empieza, mañana escribe otras 3 y así durante toda la semana.
Comprométete a hacerlo, ponte una alarma, un recordatorio si es necesario. Inténtalo y mira a ver qué pasa; si te gusta, persiste y si no pues encuentra lo que sí; cada quien en su mundo descubre lo que le corresponde y si bien todo sirve no a todos nos funciona pero no por eso vamos a dejar de buscar. Depende de cada quién encontrar su cura y además de encontrarla, utilizarla.
Yo por mi lado, haciendo la tarea: explorando la escritura como medio de expresión.
Si lo haces, ¡cuéntame! me encantaría saberlo y compartir este mundo contigo. Y como siempre, gracias; gracias por estar aquí, ya con leerme haces que, para mi, la escritura valga aún más la pena.
Con amor,
Isabella.
P.D.
Otro consejo, si no sabes que escribir, no te enredes, narra tu entorno y empieza por ahí.
Los dejo y me despido con un ejemplo:
"No sé que más escribir pero hagamos la tarea, voy a describir el momento presente: estoy sentada en la sala de mi casa con el computador en mis piernas. Tengo una camisa verde y un collar de perlas. Enfrente, la pared con los huecos del televisor que tenía y que de un impulso mandé a bajar.. ¿impulso? Realmente no, ni la veo ni me gusta y mi pared se ve mejor vestida de blanco. En el mueble, que ya no es del televisor, las fotos de mi familia, una de mi mamá que me encanta y otra con mi hermano mello los dos vestidos iguales. La verdad, no es la mejor pinta, pero entre los cachetes y el abrazo, el atuendo se disimula bastante. A mi derecha el comedor y la cocina amarilla, a mi izquierda una ventana, telas de cañamo, una poltrona y otra silla. El aire está prendido, son las 4:01 de la tarde y se siente en el clima. Cierro aquí, debo salir.
Gracias vida por poder escribir".
%208_06_19%20p_%C2%A0m__edited.png)


Comentarios