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¿Cuándo fue la última vez que lloraste?

Hace unos días estaba en un bar con un amigo y me hizo esta pregunta que me pareció espectacular. Personalmente, me encantan estas conversaciones y más aún cuando son en espacios cotidianos.

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Estábamos sentados en la barra. Yo con un mezcal en la mano y él también con su respectivo coctel. Me hace la pregunta y lo miro a los ojos; me cogió por sorpresa pero se me hizo fácil responder.


"Hoy", le dije y me eché a reír tomando un sorbo del elixir que sostenía. Había llorado preciso ese día y se me hizo muy curioso que justo en ese momento me hiciera la pregunta, además estando ahí en un bar tomando mezcal.


No se necesita de un psicólogo, de una sesión de terapia o de una situación trascendental, como diría mi papá, para hacerse este tipo de preguntas pero por alguna razón poco se habla de ellas. Algo tan cotidiano, tan humano y tan común como llorar es uno de esos temas que muchas veces volvemos íntimos, extraños y ajenos a nuestra realidad y nos lo guardamos más de lo merecen ser guardados.


La noche anterior había estado intranquila por una conversación que tuve con otro amigo. Me acosté con un sin sabor en el cuerpo, cuando me fui a la cama ya no era rabia lo que sentía pero sí estaba como aburrida con el tema. La conversación en sí no fue nada grave y lo que realmente me molestó no fue la conversación si no más bien como me sentí al respecto y eso ahí me tenía revuelta por dentro.


Me levanté al día siguiente, bien la verdad, tranquila, y me metí a bañar. No suelo darme baños largos y ese día duré varios minutos debajo de la ducha; estaba caliente y solo me quedé ahí parada, sintiendo el agua caer sobre mis hombros y escuchando el agua correr bajo mis pies. Básicamente estaba ahí debajo del chorro, como quién está sin estar.


Cerré los ojos y me elevé por un momento, cuando volví a ser consciente de donde estaba y lo que estaba haciendo me di cuenta que estaba debajo de la ducha caliente, el agua sobre mi espalda, con la mirada hacía abajo, mi cachete derecho recostado en mi hombro derecho y con mis brazos me estaba dando un abrazo. Estaba de pie abrazándome, cabizbaja y rendida ante el agua y esa imagen, de verme ahí, indefensa, vulnerable, buscando calor humano y amor me aguó el ojo.


Me estaba abrazando, mis manos casi se tocaban a mi espalda. Respiré y ahí solté el llanto. Hoy lo pienso y me río, y en ese momento la verdad también. No fue un llanto de tristeza como tal, sentí fue ternura, también una especie de risa o más bien, una sonrisa cariñosa de reconocerme en ese momento. Un momento completamente genuino y dulce en el que yo misma me sostenía: "tranquila estás bien" fue lo que sentí.

Si lo piensan, no estaba pasando absolutamente nada. Fueron sentimientos que tenía dentro y estaba dejándolos ir, ¿qué si estaba deprimida? para nada; ¿qué si estoy muy sola y por eso estaba así? para nada; ¿qué si necesito revisarme porque eso no es normal? ¡para nada! Lloré y ya, ahí en un momento íntimo conmigo, vulnerable, amoroso, tierno y eso pasa y es normal y es sanador y, también, es delicioso.


Hoy me reconozco por sentirme orgullosa de poder darme ese amor. Poder encontrar ese abrazo en mi. Poder sacudirme ese sentimiento. Poder contar esta historia muerta de la risa sentada en un bar sintiéndome fuerte, orgullosa y jocosa de mi vulnerabilidad; haciéndome cargo de ella y aceptando que existe y es una parte profunda de mi que honro y valoro.


Llorar, lloramos todos, pero ¿qué tanto reflexionamos sobre ello? , ¿qué tanto nos damos ese amor que le exigimos a otras personas?, ¿qué tanto nos hacemos cargo de nuestras emociones?


Con el tiempo intencionalmente he logrado identificar tipos de cosas que me activan por dentro. Tengo temas sensibles que me desarman por completo, sé cuáles son algunos de ellos y si bien intento, no siempre es fácil alejarse o soltarlos del todo. Otras veces lloro de felicidad, de estar viviendo y sintiendo cosas inimaginable y eso también intento que sea frecuente en mi vida. Y también hay veces en los que lloro es de rabia y en las que no sobra el insensible que se engancha de esa patética excusa para invalidar mis argumentos.


"Ahora dilo sin llorar", "¿vas a llorar por eso? pues no ombre, ¡te aseguro que no estoy llorando de gratis! Y ufff sí que me dan ira esas respuesticas, pero ya también las dejo pasar y entiendo que el que está incómodo con mi llanto es la otra persona y no yo y no podemos permitir que eso invalide nuestros sentimientos.


Es importante reconocer eso que te activa porque te aseguro que eso que te molesta tanto, no es esa acción en particular si no algo mucho más profundo por dentro y cargar con ese peso, no vale la pena. Hay cositas, pequeños momentos, detalles mínimos que te desencadenan sentimientos que no sabes ni por qué ni cómo esa "tontería" es capaz de generar tanto en ti. Algo que te dice alguien, una mirada, un gesto, una palabra, una inacción, que te vuelve un ocho por dentro y es capaz de tanto en ti.


Por ejemplo, a mi me pasa muchas veces que no me soporto cuando mi mamá me corrige y ella lo sabe. Me vuelvo una fiera cuando lo hace, es como si saliera dentro de mi un demonio y se apoderara de la situación. Reacciono de formas en las que ni yo misma me reconozco y salen a flote emociones, inseguridades y frustraciones que no tienen nada que ver con el tema y seguramente, mucho menos con ella.


Esa forma de reaccionar que si bien, no es apropósito, sigue siendo responsabilidad mía. Al menos, ya la identifico y sé que hay algo ahí que requiere mi atención, porque sentir tristeza y rabia es normal, sí, pero reaccionar de la manera que lo hago, tan automática e inconsciente, no y creer que porque eso me pasa siempre me va a seguir pasando es una posición cómoda y simplista de afrontar la situación.


Gestionar las emociones es un trabajo que hay que hacer, porque tu no puedes ser responsable de lo que pasa a tu alrededor pero sí de cómo te enfrentas a ello.


Decirle a mi mamá "mami no me corrijas" es una opción y ya lo he hecho; pero ella lo sigue haciendo porque está en su naturaleza hacerlo y la verdad, está bien y no me cabe la menor duda que mi mamá lo hace porque me ama y con las mejores intenciones; y Mamá, nunca dejes de hacerlo porque eso también hace parte del proceso. En este ejemplo, mi mamá es responsable de lo que dice más no de mi reacción a ello y yo soy responsable de mi reacción mas no de lo que ella dice. Entonces, quién debe trabajarlo, ¿ella o yo?


La responsabilidad es mía. No lo hago porque quiero, ella también sabe eso, pero hay algo dentro de mí que activa, algo que he venido y sigo trabajando. El primer paso es identificarlo, y con eso gestionarlo porque son esas maricaditas, las que más hay que prestarles atención o de lo contrario, pensando que no son importantes, te van carcomiendo por dentro y cuando vienes a ver, se vuelve un nudo eterno lleno de resentimientos y culpas.


Identificar lo que te hace feliz, para cultivar más de eso en tu vida es importante. Identificar lo que te pone incómodo, para alejarte de eso es importante. Identificar lo que te hace sentir expansivo, para ser intencional en encontrar eso en tu día a día es importante. Identificar esa persona que te gusta ser, para poderla serla todos los días es importante y es tan importante, que esa tarea solo la puedes hacer tú.


Estoy viajando por México en este momento, literalmente viviendo la vida de mis sueños y aún así en esta vida hay llantos. Han habido días que no me quiero parar de la cama, que no quiero enfrentarme al mundo, que regreso a hábitos viejos que ya no me pertenecen, que se me olvida que escribir me cura y que por momentos no me reconozco. En esta vida soñada también están esos días e, indiscutiblemente, hacen parte de ella que si bien son pocos, de igual forma, ahí están.


Hablaba con una amiga que conocí viajando y le pregunté que como estaba y su respuesta fue: "F E L I Z . Hace mucho no me rio a carcajadas por tanto tiempo seguido.. siiii me siguen dando ansiedades pero en el general logro olvidarlo y estar feliz"

¡Y ahí está todo el secreto! Así estés viviendo la vida de tus sueños, así estés de mochilera por el mundo, así lo tengas todo, así estés en tu mejor momento las tristezas, las angustias, las inseguridades, la ansiedad también van a estar presente. Hacen parte de la vida!!!!!! Eres tú quien decide si son las protagonistas o no, si las alimentas o no, si te identificas con ellas o no. Los lows permiten los highs, hacen parte de existir y no pudiéramos tener un high sin un low, estaríamos incompletos.


El secreto está en integrar las olas de la vida, las altas, las bajitas, los maremotos, los días en calma, ¡esa es la vida! Gozarse lo que se tiene en este momento, con humildad y gratitud; con el pensamiento de "esto también pasará" porque tanto lo bueno como lo malo PASAN y por eso es tan importante ser conscientes de lo que se tiene en cada momento. Sentir lo que haya que sentir, hacer lo que haya que hacer para disfrutar y aprovechar lo que hay hoy y disfrutarse esos días de espera, esos días inciertos, esos días que aún no tienes lo que quieres pero que sabes que te estás acercando a ello.


La tristeza no es opuesto a la felicidad, son dos lados de una misma emoción, son dos caras de la misma moneda. No se puede estar feliz sin experimentar tristeza al tiempo y no se puede estar triste sin estar feliz. Es el baile de las dos lo que hace la emoción plena y llenadora, es saber voltear la moneda, es que cuando llegue la ola, sepas surfearla en vez de ahogarte en ella.


Te pregunto a ti, ¿cuándo fue la última vez que lloraste?


Reconoce ese llanto y hónralo, hazlo parte de ti, de la persona real y auténtica que eres. De la persona libre y vulnerable que llevas por dentro. De la persona que siente y no le da miedo sentir. De la persona que sabe llorar y sonreír al tiempo. Si lloraste de felicidad, de tristeza, de rabia, agradece esas lágrimas que son esas las que te hacen ser vivo por dentro.


Existen esas personas con las que me siento cómoda llorando, y suelen ser esas personas las que están más cerquita a mi corazón porque si son capaces de recibir esa versión mía, esa partecita de mi que es tan real, tan vulnerable, tan sensible, sé que esa persona es capaz de quererme y sostenerme con todo lo que abarca mi ser, y esas son las personas que realmente valen la pena.


¡Qué rico es una buena llorada! Soltarlo todo. Limpiarse por dentro. Gritarle a la almohada. Dejarlo ir y abrirle cupo a otras emociones. Yo lloro y lloro bastante y de ahora en adelante, al que me diga, quiero llorar, le responderé: llora y ser yo también un salvavidas más ante ese mar de emociones.


No lo evites. No lo escondas. Gestiona y hazte cargo de esa emoción. Si quieres llorar, llora; eso también es sanar.


Gracias por leerme, gracias por reflexionar en ti, gracias por recibir mis escritos.


Con amor,

Isabella.





 
 
 

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