Acabo de llegar...
- Isabella Sanabria
- 15 may 2022
- 5 Min. de lectura
Acabo de llegar de un viaje de 3 meses de mochilera y digo acabo porque siento como si hubiese sido ayer pero la verdad es que regresé a Colombia hace un mes exacto.

El blog lo tengo bastante olvidado y no por falta de ganas si no más bien por falta de orden. Últimamente escribo más en mi instagram (librecaminante___) que aquí y se me olvida lo rico que es volver a estas publicaciones un poco más largas y en mi opinión, amenas.
Salirse de la rapidez y concentrarse unos minutos en una sola cosa es sin duda un alivio para la inmediatez en la que estamos ciegamente sumergidos y de la que, con toda seguridad, soy juez y parte.
Hace un mes llegué de un viaje en el cual la única constante en mi vida fue fluir y no fue para nada fácil el regreso, tan es así que hasta hace unos días todavía me sentía llegando.
Estaba inmersa en una rutina en donde la única agenda era el cambio. Vivía en constante movimiento, desafiando mi comodidad, decidiendo cada día qué iba a hacer, qué iba a comer, cuál sería el plan y en donde la mayoría de los días eran simplemente levantarse y ver qué.
Y no es que estuviera a la deriva al 100%, habían actividades que tenían que pasar, algunas incluso inamovibles en el transcurso de la semana, trabajo y reuniones por ejemplo, pero aún así, nunca fue esto un impedimento para los cambios de direcciones y toma de decisiones instantáneas las cuales resultaban, casi siempre, en experiencias novedosas.
Reflexionando ahora me doy cuenta lo importante que es el entorno en situaciones así. Estaba en un ambiente que sostenía esa dinámica cambiante, la dinámica del viaje, de lo pasajero, de lo efímero, del día a día.
Tanto los lugares como las personas ofrecían esa facilidad de adaptación, abiertos a nuevas cosas y dispuestos a cambiar de rumbo en cualquier momento siempre en busca de nuevas experiencias lo que hacía que la incertidumbre fuera, no solo llevadera si no, preferida.
Durante tres meses me dejé llevar por el ritmo del viaje y ahora que llegué, tuve un choque abismal con el cambio de entorno.
Regresé a enfrentar un duelo y con él, el comienzo de una nueva forma de vivir la vida, sumergida en un coctel de nuevos aprendizajes y nuevas reglas de juego.
La dinámica cambiante no es algo que vivo aquí en casa; todo se siente conocido. En mi caso personal la monotonía me agobia y si bien intento de mantener esa mentalidad viajera, me cuesta hacerlo conviviendo en una "normalidad" predispuesta.
Este viaje fue un portal de expansión en todos los sentidos y siendo honesta, pensé que mi llegada no sería un tema. Tuve la falsa expectativa que al llegar lograría mantener todo igual, en especial mi rutina, si es que se le puede llamar rutina a lo de aquellos días.
La Isabella que se fue no es la misma que llegó. Me costó un mes llegar a esta realización y ahora es momento que esta persona, descubra cómo es esta nueva vida suya, con lo que aprendió, con lo que vivió y con esa alma característica, curiosa y guerrera, de viajera empedernida.
En la vida, nacemos y morimos constantemente, nos descubrimos y re-descubrimos en cada momento; hacemos compromisos y cambiamos de decisión y esa es la belleza de ella (la vida): conectar y re-conectar con uno mismo y con su gente una y otra vez, desde distintos niveles, lentes y perspectivas.
De a ratos, no dimensionamos los procesos por los que pasamos; ya sea por el afán, por la inmediatez o porque es más fácil estar ocupados que tomarnos un momento para pausar, planear y crear un plan para eso que tanto queremos lograr.
No nos damos cuenta lo que puede llegar a influenciar y afectar en la vida una decisión. un viaje, una muerte, un nuevo trabajo, una realización, una persona, una conversación, un cambio o incluso, la desazón ocasionada por un sentimiento de indiferencia y aburrimiento acumulado.
Y, ¿qué se necesita para ello?
Tiempo.
Tiempo, confianza y paciencia; que cómo hace unos días aprendí, "paciencia, la ciencia de la paz”. Y después de este tiempo, acción y determinación para superar lo que sea que sea por lo que estás pasando, pero si no paramos y nos tomamos un momento, no nos damos cuenta qué es lo que está pasando y tarde o temprano eso va a estallar.
Navegamos todos en distintas aguas, a veces con lluvias, días de sol o quizá incluso, abismos disfrazados de cataratas. No siempre las aguas están del azul que quisiéramos pero aún así con el barco que tengamos en el momento, sea una canoa, sea una lancha o sea un salvavidas hay que navegarlas porque es eso o, de lo contrario, ahogarnos.
Al navegar, vemos paisajes y nos damos cuenta que hay miles de islas que están disponibles para nosotros. Todas las islas están en el océano: la isla del amor, de la abundancia, de los trabajos, de los retos, de las relaciones y se puede ir a todas, claro que sí , pero no se puede ir a todas al tiempo y personalmente eso ahí, es lo que me cuesta muchas veces entender.
Todo lo que necesitamos para vivir nuestra vida lo tenemos en este momento pero se nos olvida. Se nos olvida que nuestro mundo interno así de poderoso para crear puede serlo para destruir. Le damos poder a la mente, le damos poder a una situación externa y muchas veces, solos, nos ahogamos en un vaso con agua.
Cuando sea así, hay que dar un paso hacía atrás. Un momento para integrar, obtener perspectiva, aclarar y clarificar las metas y pensamientos para así, ponerse un norte y una vez con el norte en mente, será la determinación de ir por ello quién guiará ese recorrido.
Y sí, hay tormentas de tormentas que toman aún mucho más tiempo, aún mucha más confianza, aún mucha más paciencia y seguro mucho más herramientas y recursos para salir de ahí, pero indiferente a cualquiera que sea el escenario, el poder está en cada quien.
Tengo las herramientas para navegar, seguro no todas pero sí muchas más que hace unos años, he estado en la tormenta antes y aún así se me olvida, se me olvida que la vida requiere tiempo. Se me olvida que la vida se trata de ritmos y que tarde o temprano, si le apunto a una isla, voy a llegar.
Vamos a llegar.
¿Hacia qué isla estás remando?
La vida es cíclica y viene con sus matices y depende de nosotros en qué parte del ciclo invertimos la mayor parte de nuestra energía; lo bueno, lo malo, todo va a pasar.
Tiempo al tiempo.
Tiempo para llegar que el tiempo nunca está demás.
Con amor,
Isabella.
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