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Silencio al ruido.

Actualizado: 31 ene 2022



Miércoles, 28 de Abril. No me levanté al gimnasio, sonó la alarma y me desperté pero no sentí la energía para ir y dije, está bien; hoy no. Calma.


Empecé mi día como de costumbre: escribí, me bañé y me cambié. Salí a la cocina y me preparé el desayuno; el mismo de siempre: dos huevos, casabe, papaya y un café. Me senté en el comedor. El día estaba gris. Barranquilla amaneció triste, pensé.


Salí para la oficina y a los pocos minutos me regresé a casa. Las calles estaban revolucionadas, vías cerradas, pitos, carros, gente, por todas partes; era el día de la marcha. El día seguía gris.


Al llegar me hice otro café. Me sentía cansada. Me miré al espejo y me sentía rara. Me lavé la cara y me peiné nuevamente pensando que podía mejorar lo que sentía. No funcionó. Me cambié tres veces lo que tenía puesto y nada; no sé, no me hayaba. Pero bueno, el día tenía que continuar.


Me puse cualquier otra cosa y me senté a trabajar. Siguió mi día; se sentía raro pero pues pa´lante. Tuve un par de reuniones que sirvieron para mantenerme distraída. 9:30 de la mañana la primera, 11:30 de la mañana la segunda y así me dio el medio día. Salí a almorzar con dos amigos y luego regresé a casa a seguir trabajando.



Al regresar a mi casa, volvió el sentimiento de pesadez y esta vez se hizo más fuerte. Debía sentarme a seguir trabajando pero no tenía ganas de hacer nada; el día seguía gris y el ambiente bastante hostil y yo seguía cansada. Evitando mis responsabilidades, pero con ese afán de ocuparme, cogí mi celular a revisar lo de costumbre: WhatsApp, Twitter, Instagram, Whatsapp, Whatsapp, Twitter, Intagaram, Correo, Twitter, Instagram, Correo, Whatsapp etc. y ahí, en medio del vició de las redes sociales y atosigada de contenido, estallé.


Sentí tristeza, rabia, impotencia, afán. Afán de la vida, afán por querer encontrar una salida a todo lo que está pasando. Afán de las malas noticias. Afán de todo el contenido que hay en las redes sociales. Genuinamente, hostigada de la realidad.


Me puse a pensar en todo lo que está pasando y, dios, que pesadilla la que estamos viviendo y, encima a eso, ¡que montón de ruido hay afuera! Que veneno el que pueden llegar a ser las redes sociales, en serio. Tanta información en tiempo real. Tanto pasando y todo a la vez. Tanto contenido disponible. Tantas cosas por leer y hacer y aprender y opinar y todas al tiempo y todas ahí y todas ya y uuuuuf ¡Que AFÁN, dios! Necesito una pausa.


PAREN EL MUNDO QUE YO ME BAJO


Ojalá fuera así de fácil ¿no? Entré en un momento de angustia y solté mi celular desesperada. No quiero más de esto, pensé. No quiero las malas noticias, la energía negativa, las críticas, las injusticias, los comentarios que solo destruyen y no construyen; no quiero más de esto, ¡que toxicidad¡


Que difícil lo que estamos viviendo y lo que estamos viviendo TODOS. Viviendo una realidad revolucionaria, transformadora, incierta, contundente. Una realidad en la que en este momento, no encuentro paz; no encuentro paz en nuestra realidad colectiva y por eso, decido silenciarla.


Decido silenciar las notificaciones y las noticias. Decido silenciar el ruido de afuera para concentrarme en lo lindo que tengo dentro. Decido escoger las cosas lindas y creer que no todo es tan malo como nos lo hacen creer. Decido enfocarme en mi. Decido que en cada día que vivo, voy a encontrar un motivo para sonreír y una razón para sentirme viva. Decido que voy a vivir. Decido que me voy a ocupar en vivir mi pequeño mundo, en donde sí encuentro y existe paz y tranquilidad, en donde hay esperanza, y en donde mañana, pinta mejor que hoy.


Decido alejarme un rato. Decido alejarme del mundo de noticias, de contenido, de información porque necesito tiempo. Tiempo para vivir. Decido alejarme de las redes sociales; incluso, alejarme de ese contenido al que le encuentro valor y me gusta consumir porque ese también, me genera una presión que en este momento no necesito. Decido alejarme de la velocidad en la que va el mundo y tomarme la vida con calma; saborearla y disfrutarla. Decido ir a mi propio ritmo; sin prisa y sin afán.


El mundo está en desequilibrio pero hoy decido que esa no es mi realidad. No encuentro paz en nuestra realidad colectiva pero sí la encuentro dentro de mí, y con eso, me quedo. Encuentro paz dentro de mi y no voy a permitir que el mundo me la quite porque ya he estado ahí antes y me rehuso a regresar.


Quiero y voy a hacer más de lo que me gusta y dejarme llevar menos por lo que las redes y la energía colectiva me indican en este momento. Porque si para algo sirven es para decirte en dónde gastar tu energía; decirte qué contenido ver, decidir por ti qué te puede interesar, qué te estás perdiendo, qué hay por hacer y ver; y es que hay TANTO disponible y TANTO por hacer y por aprender y por leer y por opinar que bueno y, ¿en qué momento se vive?


Así que bueno, me alejo y me aparto del ritmo al que va el mundo. Me dedicaré a ir con calma. A encontrar algo bonito en CADA día, a hacer que cada día valga la pena y que las cosas pequeñas tengan importancia. Voy a escribir porque me encanta, voy a quedarme más tiempo en la cama mirando el techo, voy a disfrutar más el café de las mañanas, voy a ir con calma en los proyectos del trabajo. Voy a sentirme presente y VIVIR porque ESTA es la vida y aún así con las pesadillas hay que vivirla. Viviré un día al a vez pero lo haré de tal manera que cada uno, valdrá la pena.


Tengo mi lugar sagrado: mi interior; y por ahora, en él me quedo. Entonces si me preguntan, sí, ¡estoy ocupada viviendo!. Viviendo mi vida a mi manera. Viviendo a mi ritmo, sin prisa y sin afán, en pausa y con calma. Ese es mi manifesto hoy: disfrutar cada momento, silenciar el ruido y gozarme y saborearme cada día de mi vida para así, desde mi lugar seguro, aportarle al mundo lo más valioso que tengo: mi energía. Mi energía sagrada y divina, que cuido y protejo. Que me da paz y tranquilidad y que me permite soñar y volar.


A ti, gracias por leerme y ser parte de mi. Yo, seguiré en lo mío.


Con amor, Isabella.



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