Ser yo.
- Isabella
- 25 jul 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 31 ene 2022
Nos cuesta cambiar. Nos da miedo aceptar el cambio. Cambiar es darle paso a la muerte; es soltar algo, dejarlo ir. El cambio es desconocido, es nuevo, es diferente y eso, asusta.
Hace unos días me puse a pensar sobre las fotos; las fotos en general: las del celular, las de los álbumes, las de los portaretratos, las que nos tomamos que nunca mostramos, las que compartimos en las redes sociales, en fin, las fotos en general, y llegué a la pregunta: ¿qué significan las fotos para mí?
No soy fotógrafa pero siempre me han gustado; sin saber del tema, tengo dos cámaras y mi celular atesora millones de ellas. Me gusta compartirlas en redes sociales, armar álbumes y también regalarlas; si eres alguien cercano a mi seguramente alguna vez te he dado un portaretrato, una tarjeta con una foto o algo por el estilo.
Y bueno, a raíz de esta pregunta descubrí que para mi las fotos tienen algo de romanticismo y nostalgia. Inevitablemente una foto es un momento en el pasado. Es un momento que ya pasó, fugaz e instantáneo pero que al capturarlo, lo volvemos permanente en el tiempo. Y de cierta forma, al verme ahí en ellas, al ver algo que fui pero que ya no soy, me despierta algo por dentro.
Me gusta mucho sentarme a ver fotos. Lo hago mucho en aviones por ejemplo; me pongo a ver fotos viejas y ahí me quedo horas. Recordando, riendo y a veces hasta llorando, con mucho sentimiento, al recordar todas esas cosas que fueron y que ya no, y si bien siento todo tipo de cosas, al final es inevitable sonreír, al ver todo lo que he vivido y por todos los cambios que he pasado. Y honestamente, ¡qué bonito se siente cambiar!
Hace unos años decidí que no iba a vivir mi vida como una foto. Decidí que mi vida no iba a ser una captura, que no iba a ser lineal, que mi vida iba a ser mía y que me iba a dar el permiso de cambiar: de cambiar de carrera, de cambiar de opinión, de cambiar de camino. Cambiar constantemente y estar constantemente descubriendo y re-descubriendo lo que quiero, lo que hago y quien soy.
Si hoy tomo una foto de mi vida, de mi trabajo, de mis amigos, de mis sueños, esa foto representa quien soy hoy; pero quien soy hoy, no tiene porque ser quien seré yo mañana y, sin duda alguna, tampoco es quien era yo ayer. La foto de mi vida futura seguramente será diferente: otros sueños, otras pasiones, otros amigos, y, ¡que bonito que lo sea!.
El hecho que cambien todas esas cosas no significa que voy a olvidar quién soy hoy; así como las fotos, esa parte de mi siempre permanecerá ahí. Lo que yo era antes, hará parte de mi vida, por supuesto que sí, pero ya no siendo yo esa persona si no más bien recordando esa persona como aquella que me permitió llegar hasta aquí. Funciona como las fotos, fotos viejas que hacen parte de tu pasado, pero que no necesariamente tienen que hacer parte de tu futuro; y eso ESTÁ BIEN.
Vivimos en un mundo que permanentemente está cambiando: cambian las leyes, cambian los climas, cambian las prioridades, cambia la música, cambian las tendencias; y entonces, ¿por qué a nosotros nos cuesta tanto cambiar?
Nos cuesta cambiar de decisión. No cuesta cambiar de opinión. Sencillamente nos cuesta cambiar. Y a mi personalmente me pasaba que no quería mostrarme indecisa, no quería parecer insegura, no quería parecer "que no sé lo que quiero"; porque hemos aprendido que ser indeciso y estar confundido es sinónimo a debilidad y la verdad, ¿quién ha dicho que no saber lo que se quiere es algo malo?. Hoy entiendo, que eso simplemente significa que tengo que seguir explorando hasta descifrarlo y que eso también, hace parte del proceso y eso, ESTÁ BIEN. No saber lo que quieres ESTÁ BIEN; aunque eso sí, ahora tienes la tarea de descifrarlo.
Ayer hablaba con mi mejora amiga Paola (una de unas cuantas) y me dijo una frase que me quedó sonando: “nunca supe qué quería, porque lo quería todo” y reflexionando con ella llegamos a una conclusión: ¡que rico quererlo todo!. Qué rico ser capaz de hoy querer una cosa y mañana otra y darnos el permiso de vivir ese cambio. Que delicia no aferrarse a una sola cosa si no más bien explorar miles de otras diferentes. Que frescura un mes querer bailar y el otro correr y, mejor aún, ¡hacerlo!.
Hacerlo sin sentirse "inconsistente" y ser capaz de soltar las estructuras en las que constantemente buscamos encajar; y la cosa es que no es que queramos encajar ahí si no que no nos atrevemos a descubrir nuestras propias bases porque suele ser más fácil seguir un camino que ya esté hecho. Y sí, estos caminos pueden darte una sensación de seguridad e incluso, cierto nivel de comodidad, pero por más seguro o comodo que el camino sea, sin duda alguna nunca te va a dar libertad; y es en la libertad del ser en donde realmente ocurre la magia.
Yo empecé estudiando Derecho en la universidad, lo quise desde que tengo uso de razón: ser abogada, salvar el mundo, ser la justiciera de todos; y luego estando ahí, cumpliendo mi tan anhelado sueño, en primer semestre me di cuenta que eso no era lo que quería. En tan solo tres meses de la carrera de mis sueños me di cuenta que mi sueño de toda la vida ya no lo era.
Yo sabía que no quería estudiar más Derecho pero ahí seguía; no podía creer que yo ya no quisiera eso y tan incredula estaba que me obligué a intentarlo; me seguí presionando a que me gustara e incluso, hasta cierto punto, traté de convencerme a la fuerza que sí era lo que quería. En ese momento no era capaz de hacerme las preguntas, cambiar de decisión; cambiar de rumbo, pensar y ¿ahora qué?. Ese cambio implicaba mucha energía pero lo que después realicé fue que requeriría mucha más energía quedarme en donde no quería.
En estas estuve tres semestres, hasta que a finales del tercer semestre me cambié de carrera y decidí estudiar Economía en vez. Al terminar la carrera, decidí tomar otro rumbo. No quería ejercer la carrera ni perseguir otro sueño de irme a especializar a Londres si no que ahora quería entrar a trabajar a una empresa de consumo masivo en el área financiera y eso hice. Sigo siendo y seré Economista toda la vida, pero esa es mi profesión y no mi vocación, y eso también, ESTÁ BIEN.
Otro sueño que tenía desde pequeña: ser Reina del Carnaval de Barranquilla. Otro sueño que de un momento a otro se desvaneció. Fue muy difícil en su momento aceptar que ya no lo quería; me hizo dudar mucho de mi y entré en un momento de crisis existencial que no sabía donde estaba parada en mi vida ni para donde iba pero que ahora viendo en perspectiva fue ese momento, tenebroso e inestable, el que me dio las alas para estar en donde estoy y hoy lo agradezco.
Hoy reconozco y agradezco esas decisiones de cambio; esas y las miles otras más que he tomado porque gracias a esas decisiones he llegado al lugar en el que estoy.
Quería ser abogada, ya no.
Quería ir a la escuela económica de Londres, ya no.
Quería un negocio de piticas de gafas, ya no.
Quería ser reina del carnaval, ya no.
Quería hacer una carrera en la empresa en donde trabajaba, ya no.
Quería hacer una especialización de impacto social, ya no.
Uuuuuuf he querido todo esto y cien mil cosas más; y no me mal interpreten, todas esas era yo, y era feliz, y era con lo que vibrara en ese momento, pero, ¡YA NO!; y eso, ESTÁ BIEN. He aprendido que entre más uno le dice a cosas que no, más le abres cupo a las cosas que sí.
Y, ¿ahora qué quiero?; sencillo, simplemente ¡ser yo!.
Y ese "ser yo" hoy, puede ser distinto al "ser yo" de mañana porque mañana puedo ser otro yo y OJALÁ así sea, porque solo significaría una cosa: crecí. Y no, no es inconsistencia; más bien, estoy cambiando constantemente porque ¿por qué no lo haría?. Hay un mundo entero de posibilidades por explorar y qué rico querer y poder hacerlo sin sentirse amarrado.
¡Hoy me regalo el permiso de cambiar!
El cambio es evolución. El cambio es necesario y la única manera que podemos lograrlo es soltando. Soltando lo que ya no somos, soltando lo que ya no sirve. Y es un proceso que requiere de mucha consciencia porque en este proceso dejamos cosas atrás y personas incluso que ya cumplieron su ciclo en nuestras vidas y que ahora, es nuestro deber abrirle paso a nuevas cosas, nuevas personas y nuevas experiencias para poder seguir creciendo.
Nos da miedo soltar porque eso significa darle paso a lo desconocido y eso es normal. Tiene sentido que estemos cómodos y no queramos incomodarnos, no queramos entrar en duda. Es difícil cuestionarse, dudar y preguntarse, pero solo a través de esta inconformidad es que podemos realmente crecer. Las transformaciones hacen parte de la vida, y no es justo, que por miedo al cambio, nos estanquemos.
Para finalizar rescato unas palabras que me dijo una vez un amigo, ”solo porque lo quisiste tanto tiempo no significa que lo tengas que querer ahora” y cuanta verdad. La vida tiene infinitas posibilidades podemos ser esto y MIL cosas más; sé lo que quieras ser, pero siempre, desde donde sea que estés, por encima de cualquier cosa, asegúrate de siempre ser tú.
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Con amor siempre,
Isabella.
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